1 de diciembre de 2009


GOLES Y MUERTOS.


Dos cosas se practican con auténtica devoción en Colombia: el fútbol y la muerte. La novela Autogol, de Ricardo Silva, lo muestra con ingenio. Remite a uno de los crímenes más infames vistos en Medellín –el asesinato de Andrés Escobar- y también propone de paso, un concubinato interesante entre el fútbol y la literatura, que ya se ha dado en otros países latinoamericanos.

Los escritores de aquí se han ocupado poco del fútbol, salvo algunas insinuaciones como las de Cepeda Samudio o Daniel Samper. Una secularización que sí pasó en países como Argentina, Uruguay o Brasil. Nuestros tres campeones mundiales, producen también buena literatura futbolera. Soriano, Fontanarrosa, Benedetti, Galeano y De Moraes, han sido algunas de las plumas atraídas por el balón. Y Valdano y Cappa, son jugadores que se animaron a escribir. Hasta Borges, que en alguna declaración despreció al fútbol por ser “una cosa estúpida de ingleses... Un deporte estéticamente feo”, procreó luego un cuento fantástico con este juego como tema central: Est esse principi.

Pero la literatura futbolera latinoamericana, casi toda, muestra el fútbol de manera humorística. Poco se ha dicho de su parte oscura: las trampas del negocio, el fanatismo trágico. La muerte puede ser un curioso elemento para tocar el tema en la literatura colombiana. Recuerdo uno de los personajes de La Rambla paralela, de Fernando Vallejo, que llega con la noticia de que en Colombia acaban de matar a monseñor Cansino, y que “el país está tan indignado, que casi tienen que suspender un partido de fútbol.” Los goles y los muertos aquí son actos de cotidianidad patriótica. Autogol lo comprueba.

El suceso real de la muerte de un jugador de fútbol, ya se trató en el cuento Suicidio en la cancha, de Horacio Quiroga, sobre un delantero uruguayo que se dispara en el centro del campo. Muestra que la gloria y la euforia bien pueden ser un camino más a la tragedia. Ricardo Silva retoma la idea, y de paso invita a nuestra literatura a plebeyizarse en temas como el fútbol.

Javier Marías dice que el fútbol es “la recuperación semanal de la infancia.” Y Gramsci lo define como “el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre.” En nuestro entorno, además de todo, es un pretexto más para matar. Aquí la pelota se ha merecido bastante sangre; ya es hora de que también se merezca algo de tinta.


El Tiempo, sábado, noviembre 21 de 2009.

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