El 27 de junio de 2017,
Gustavo Moreno, jefe de la unidad anticorrupción de la Fiscalía general de la
nación, fue capturado en su oficina en Bogotá por una orden de arresto que
había emitido una corte del Distrito Sur de la Florida, en Estados Unidos. Al mismo
tiempo las autoridades detuvieron también el abogado Leonardo Pinilla, quien
sería su coequipero y mediador en todo el ilícito del que se les sindica.
Según la acusación de la
autoridades norteamericanas, ambos estaban negociando con el exgobernador de
Córdoba, Alejandro Lyons, un estraperlo para deshacerlo de la docena de delitos
con los que salió acusado de su gobierno, y que incluyen todos los carteles -de
la hemofilia, de ciencia y tecnología, de las e.p.s.- además de un cargo por
homicidio del que fue su jefe de regalías, Jairo Zapa, y quien, luego de un
tiempo desaparecido, fue encontrado muerto y enterrado en una finca de
propiedad del mismo gobernador. La denuncia tuvo repercusión nacional, y por
ello, hoy día la viuda del señor Zapa y sus hijos se encuentran en el exilio,
ante las amenazas recibidas.
El ex gobernador Lyons se
encuentra radicado -y podría decirse escondido- en los Estados Unidos, y desde
allí ha venido dilatando los procesos y las investigaciones que tiene en Colombia.
Aplaza las audiencias justificando su inasistencia por problemas de salud y
demás.
Al parecer, según se desprende
del relato de los hechos narrados en la acusación presentada en la Corte
norteamericana, Moreno y Pinilla estaban ofreciendo al ex gobernador un paquete
completo para asegurar la impunidad, trabajando los dos en equipo. Pinilla,
como su abogado -y ya lo es de varios de sus subalternos también enredados por
los mismos carteles- asumiría su defensa ante el proceso penal llevado e
impulsado por el fiscal Moreno.
Ambos se comprometían así a
desacreditar los testigos existentes y llenar con cargas exuberantes de trabajo
a los investigadores designados para que no pudieran escudriñar demasiado en el
asunto, hasta asegurarle una absolución total al injustamente acusado ex
gobernador.
Tan pensado estaba el tema que
alcanzaron a tener un lento proceso de negociación. En la Corte norteamericana
están las varias grabaciones donde se puede ver cómo, de la tarifa inicial que
se le pedía, un millón de dólares, lograron concertar después el negocio en 400
millones de pesos. De esa plata el exgobernador alcanzó a dar a los dos
abogados algunos adelantos. Ese dinero se entregó en Estados Unidos y fue
gracias a eso que pudo ser rastreado y dio origen a todo este proceso penal en
sus cortes que, de otra manera, si siguiera dependiendo de la justicia
colombiana, estaría en la absoluta impunidad.
Pero ¿quiénes son este par de
abogados aparentemente sin escrúpulos? Gustavo Moreno es un hombre joven, 36
años, que no obstante entró tardíamente a la abogacía. Hace apenas 10 años se
graduó y, casi de inmediato, adquirió renombre como litigante. Defendió a
varios parapolíticos, se volvió profesor universitario, publicó libros que
lanzó en los hoteles más caros del país, -el último en el hotel Santa Clara, en
Cartagena- exhibía chocarreramente su dinero, y después de esa exitosa y corta
carrera como defensor pasó a ser asesor en la fiscalía de Eduardo Montealegre
primero, y un par de años después, la cabeza máxima de la unidad anticorrupción
de esa entidad, en la administración de Martínez Neira.
La habilidad que siempre se le
reconoció, como abogado y fiscal, fue el énfasis que hacía siempre en
desacreditar los que para él son los falsos testigos. Es un orador anticuado, lleno
de aspavientos y exhibicionismos que rayan en lo grotesco. Siempre martillando
el tema de los falsos testimonios que generan falsos culpables y se vuelven “el
cáncer de la justicia colombiana”. Mantra que empezaron a repetir sus clientes
acusados.
Algunas de sus frases célebres
fueron reseñadas en el diario El Espectador (3 de julio de 2017). “Federico Nietzsche tiene una frase muy
acertada que me gusta mucho: ‘El problema no es que me mientas, el
problema es que ya no volveré a creer en ti’”. Y en otra ocasión afirmaba: “La
mentira en el proceso judicial también ha sido utilizada como herramienta
política para eliminar adversarios”. Y otra más para rematar: “Prueba de ello es Jesucristo. Fue perseguido
por los fariseos, por los rabinos, los escribas. Lo enjuiciaron en un proceso
lleno de falsos testigos.”
Esa habilidad para desprestigiar
testigos, -y podría decirse: para armar falsos “falsos testigos”- lo hizo
famoso entre los parapolíticos y por eso se volvió el defensor de muchos. Y en
su salto de abogado defensor a fiscal, se dieron casos insólitos como de los de
Hernán Andrade y Luis Alfredo Ramos. Políticos acusados de vínculos con paramilitares
que fueron, primero defendidos por él, siendo su abogado, y después acusados
por él, siendo fiscal. Una muestra de la falta de sentido común que la ley
tiene a veces cuando es manipulada por expertos que la resquebrajan.
El caso de Luis Alfredo Ramos
-exgobernador como Lyons- es el más escandaloso de todos. Y es que el corrupto
fiscal anticorrupción no fue su único abogado. Cuando Moreno tuvo que dejar de defenderlo
para volverse fiscal, su defensa en el proceso que se le lleva ante la Corte
Suprema fue asumida -adivinen por quién- por el voluntarioso abogado Leonardo Pinilla,
el mismo que estaba oficiando como su segundón en el soborno a Lyons; lo que
muestra que su trabajo al alimón es de vieja data, y los servicios que ofrecen
tienen ya ubicado una clientela potencial que incluye exgobernadores
enchicharronados.
Pero la cadena de
coincidencias absurdas sigue. Y es que ese proceso contra el doctor Ramos que aún
no acaba, está por llegar a su fin con la decisión de la Corte Suprema de
Justicia, que se tomará por los magistrados basados en la tesis que presentó el
fiscal Moreno como líder de la unidad anticorrupción, y según la cual toda la
acusación a Ramos obedece a -adivinen, sí señor, como Nietzche y Jesucristo- un
cartel de falsos testigos.
En otras palabras, pareciera
que Ramos ya tenía contratado el paquete de servicios que Lyons no alcanzó a
pagar. Pinilla como su abogado, incendiaba la Corte desprestigiando a los
testigos, y Moreno, como su fiscal, aceptaba esa tesis y la presentaba diáfana
ante la Corte para que los jueces la aprobaran.
El libreto lo armaban los dos
abogados, con sincronía de relojero, y se lo daban a estudiar al exgobernador
de Antioquia, que presume de leer mucho cuando está tras las rejas. Esto dijo
Luis Alfredo Ramos en la última audiencia celebrada en su juicio, antes de la
decisión de la Corte (El Tiempo, 6 de marzo de 2017): “Yo también soy víctima
de falsos testigos. He recibido una comunicación de la Fiscalía donde da cuenta
de cómo soy víctima y de quiénes.”
Adivinen de parte de qué
persona de la Fiscalía había recibido esa comunicación... sí, señor: del
diligente y nietzcheniano fiscal Moreno.
El juicio penal en contra de
Luis Alfredo Ramos se ha soportado sobre varias pruebas, pero principalmente,
las de varios testigos que lo sindican de tener relaciones con grupos paramilitares
en distintas épocas de su actividad política. Algunos de esos testigos son: Mauricio
Tejada, Juan Carlos Sierra, Andrés Vélez y Carlos Enrique Areiza.
El ahora capturado abogado
defensor de Ramos, había tachado como falsos todos estos testimonios,
presentando contra todos ellos denuncias penales por el delito de falso
testimonio. Denuncias que la fiscalía de su secuaz Moreno atendió ágilmente,
logrando avances en casi todas ellas, con excepción de la versión del “Tuso Sierra”
que sigue siendo sólida.
Incluso, en el caso de Carlos
Enrique Areiza, la fiscalía lo llevó a juicio y un juez de Medellín lo condenó
por falso testimonio. En su proceso se mostraron contradicciones fáciles de
ubicar en su versión, que la defensa de Ramos corrió a advertir. Como cuando el
testigo refería que tenía videos de Ramos recibiendo dinero de los Castaño, en
una época en que no había teléfonos que pudieran grabar esos videos. Mentiras
fáciles. Tan fáciles, que parecían puestas ahí para ser advertidas.
Más aún, en el momento de la
condena a Carlos Enrique Areiza, por falso testigo, la defensa de Ramos dio
unas declaraciones públicas conde acusaban al senador Iván Cepeda de haber sido
el instigador para que el falso testigo mintiera. Así se lee en El Colombiano
(2 de diciembre de 2016):
“Según el
abogado Leonardo Pinilla, apoderado
de Ramos, Areiza dijo, meses atrás en la Corte, que el senador Iván Cepeda se reunió varias veces con él para
pedirle declarar en contra de Ramos... La fiscalía avanza en
otras denuncias sobre falsos testigos.”
Iván Cepeda es el conocido
senador que se ha vuelto némesis natural del centro democrático, la corriente
política por la que Ramos espera ser presidente, y señalado ya antes por el
uribismo de presionar testigos en algunos de los tantos procesos que se llevan
en contra de sus militantes. Por tanto, un blanco fácil para apuntar el
ventilador de los supuestos falsos testigos. Y el Leonardo Pinilla que menciona
El Colombiano, es el mismo ya mencionado que ahora está preso junto con Moreno
por fungir como su secuaz en las extorsiones a Lyons.
Ahora, con la captura de
ambos, Ramos se quedó sin fiscal y sin abogado. Y si son ciertas las vallas con
las que llenó la ciudad de Medellín, y dice creer tanto en la verdad, debe
explicar públicamente por qué tuvo como sus defensores a este par de personajes,
ahora presos por ofrecer un montaje judicial a otro exgobernador, con las
mismas tesis que él ha sostenido durante su proceso penal.
Resultaría increíble que un
par de pícaros naturales como Moreno y Pinilla, trabajaran con prácticas deshonrosas
en el caso del exgobernador de Córdoba, pero en cambio, asumieran con honradez
y probidad el proceso del ex gobernador de Antioquia.
Alguien se tendrá que animar a
contestar la pregunta básica: ¿El doctor Ramos tuvo durante su proceso penal el
mismo paquete de servicios que los dos abogados zafios le estaban ofreciendo al
gobernador Lyons?
1 .:
Que excelente redacción!
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