28 de noviembre de 2012

TOCANDO CON EL DIABLO.





 
Se dice que Mozart empezó a escribir el Réquiem por encargo de un extraño mensajero que se le presentaba con túnica negra y sin descubrir su rostro. Este enigmático personaje siempre se mostraba como el heraldo de un gran señor que prefería mantenerse en el anonimato, el cual ofreció pagarle muy bien por su obra. Mozart acababa de fracasar colosalmente con su última ópera. Diezmado en el ánimo, las finanzas y la salud, se acercaba a su muerte. El Réquiem lo terminó afuera de este mundo y prácticamente desde el otro. En sus delirios, mientras lo componía, imaginó que ese extraño emisario con el que se entrevistaba para rendirle cuentas de sus avances, era en verdad un enviado del infierno, un mensajero de Satanás quien del otro lado lo esperaba a él y a su última obra. Murió convencido que con ella pagaba un encargo hecho por el mismo Demonio. A su entierro fueron tres personas, quizás el Diablo y dos de sus escoltas.


Más atrás, ya se conocía la historia de Giuseppe Tartini, un violinista del barroco italiano, compositor de la Sonata del Diablo. Cuenta el mismo Tartini que una noche, mientras mal dormía, se encontró con el Diablo a los pies de su cama. Logró cerrar un reto con él y terminó por prestarle su violín para que le interpretara alguna pieza. Allí mismo Belcebú le tocó la mejor sonata que el italiano había oído jamás; una pieza sublime impropia para este mundo. Cuando el Diablo se hubo ido, Tartini agarró su instrumento y papel y pluma, y quiso reproducir lo escuchado. Así surgió su famoso Trino del Diablo; aunque a decir suyo no logró recrear sino una mínima parte de lo que le oyó tocar al alado caído.    



Las historias del Diablo y la música abundan desde hace mucho tiempo. Desde Orfeo tocando su flauta en el Hades sin saber si lo sigue en el camino a la salida su amada Eurídice. Al parecer el ángel rebelde tampoco escapa a la fascinación de querer ser músico, y de vez en cuando se divierte haciendo encargos que acaso él mismo interpretará después, o desafiando a los grandes que se empiezan a precipitar hacia su reino. En la historia del Blues, ese ritmo constipado y filoso, es célebre el lugar de Mississippi donde se dice que el gran Roberth Jhonson disputó un duelo de guitarras con el mismísimo Don Lucifer. Al parecer el cabeza de chivo pezuñón fue más ágil en los acordes que las manos negras de Jhonson. El Diablo lo derrotó y se quedó con su alma; aunque en el tiempo que se tomó para quitársela le hizo el mejor guitarrista del mundo, para que disfrutara al menos un tiempo antes de tener que entregar lo ajeno. El rato le alcanzó a Johnson para dejar como testamento musical la canción Croass Road, y después aplicarse antisolar para despacharse a las llamaradas del sótano.

       
El Diablo con los músicos agita calderas; pero también caderas. Y no debe pensarse que sólo se deleite con la música de neurasténica quietud. Todo parece indicar que de vez en cuando se harta de los violines barrocos o los melanomas de la guitarra eléctrica, y se da un tour musical por el Caribe. Porque en el mismísimo vallenato colombiano también se le recuerda. En el siglo XIX, uno de los primeros juglares vallenatos fue un tipo conocido como Francisco El Hombre, versero célebre de quien se cuenta, se atrevió también a lidiar un desafío musical con el mismísimo “patas”. Ambos disputaron una justa de acordeones, en calurosa noche en Valledupar. Pero ni el clima favorable ayudó esta vez porque al parecer las pezuñas del maligno en esta ocasión no le respondieron tan bien como con la guitarra blusera, y lo que se dice es que Francisco el Hombre fue capaz de derrotarlo y forzarlo a recular y agazaparse en su inframundo, valiéndose de un truco barato pero efectivo. El campesino pícaro le cantó el credo al revés: “Oerc ne Soid Erdap Osoredopodot, rodaerc led oleic y ed al arreit..” y el pobre Príncipe de las Tinieblas se vio apabullado con golpe tan bajo. Aunque también este final ha de ser un embuste colombiano, o bien puede mostrar condescendencia que tuvo el Diablo en esa ocasión, con un país que le recordó tanto a su casa. 



El hecho es que Lucifer se sabe mover en el variado mundo de la música con versatilidad y desmesura. Y al parecer mucho más que la del buen Dios, que supo reprimir su rebelión, pero limitó su régimen a música de cantos gregorianos, sonatillas e himnos eurocéntricos y coros de señoras viste santos. El diablo en cambio compone, interpreta, canta y baila: artista integral le llamaríamos modernamente. Toca variados instrumentos y explora nuevos ritmos. Como buen gobernador del Infierno, le gustan las fusiones candentes y las impurezas, y contra eso no hay cornetita de querubín que valga.


Y en fin, si alguien decide buscarlo alguna vez para celebrar alguna clase de transacción con su alma, no se le olvide por favor incluir en el contrato una obligación a cargo del Cornudo, que garantice de su parte la interpretación de un par de buenas melodías, y asegúrese después de poderlas subir a You Tube, que la difusión de los rebeldes siempre será marginal. Los que aplastan las rebeliones tienen mejores publicistas, pero peores músicos.
  

2 .:

Naty Nachef dijo...

Genial!!!

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Anónimo dijo...

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