Ambas cifras se conocieron al mismo tiempo. Tuvieron una divulgación paralela aunque unos orígenes distintos. Sin embargo, vistas en conjunto, configuran una paradoja casi mística. Un enigma irrecusable que sólo ratifica lo frenético e inaudito de nuestra realidad. Una ciudad que se aferra a la vida con la misma desmesura con que la margina.
La primera estadística mostró los asesinatos en Medellín durante 2009. Según la Policía nacional, hubo algo más de 1400 homicidios en el año. Incremento garrafal que la convirtió en la segunda ciudad más violenta de Colombia, superada, por obvias razones, sólo por Cali y su salvaje guerra entre narcos.
La segunda, fue una medición de Proexport y el Ministerio de turismo. Según los datos arrojados, en el 2009 Medellín tuvo cerca de ciento treinta mil turistas, lo cual en ingresos generados, la mostraron como la segunda ciudad más turística de Colombia, superada, por obvias razones, sólo por Cartagena y su Edén inigualable.
Que los lustrosos y herméticos científicos sociales traten explicar por favor, cómo la segunda ciudad más asesina es a la vez la segunda ciudad más turística. De mi parte sólo queda mostrar desconcierto. Un asombro agridulce; aunque sin precisar el orden de estos dos sabores.
Podría interpretarse, de un lado, con el sempiterno e invencible optimismo. Una ciudad que no se amedrenta ante la sangre, y que asimila la familiaridad de la muerte con infranqueable y ciego afán de regocijo y ganas de vivir. Una ciudad que convive -y conmuere- con intensidad, viendo en cada pérdida la certeza que la aferra a una vida que se desgrana alrededor y al mismo tiempo se enquista en su apasionado trono.
La otra forma de interpretar la comunión de estas dos cifras, sería con el prosaico pesimismo. Una ciudad sinuosa, que se empeña en las apariencias pintando de bonito color la fachada de la casa donde guarda los cadáveres. Un afán de esconder el cataclismo en son de unos pesos que dejen los visitantes. Como la Venecia del siglo XIX, que prohibía hablarles a los turistas de la peste que la azotaba. Quizás esta forma de verla, ayudaría a explicar por qué las cifras de homicidios que maneja Medicina legal, distan mucho de las de la policía que se mencionaron arriba. Y sostienen en cambio, cómo los muertos en la ciudad pasaron el aterrador número de 2.200. Por lo cual tenemos unos 800 muertos a la sombra que no aparecen en las cifras de la policía, quien, pareciera, le pone muchos más requisitos a morirse. Sin embargo, no me inclinaría por ninguna de las dos lecturas todavía. Baste, repito, con mostrar desconcierto y asombro agridulce.
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esto esta mal. muy mal. debe sre por eso juegos que ahora vienen a hacerse aquí.
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