La columna iba a ser de literatura, lo único de lo que a veces vale la pena hablar. Pero no dejan. Cuando uno más necesita limpiarse con pensamientos abstractos, se pone en frente la realidad vulgar y te escupe zafios como este. El coronel Luis Eduardo Martínez, comandante de la policía de Medellín, que con desfachatez salió a hablar acerca de los jóvenes de Medellín, a quienes da por delincuentes en su totalidad, y recomienda a los padres los “valores” que, según él, deben usar para educarlos: “Si el verraquito no quiere hacer caso hay que darle madera, porque eso es lo que educa… pero esta vaina no puede seguir así.”
Una frase contundente que sin duda da cuenta de su trastornado carácter. No me lo estoy inventando, las declaraciones se pueden oír aquí:
http://www.wradio.com.co/oir.aspx?id=1361948
La opinión pública, con todo lo sensiblera y morbosa que se ha vuelto con el tema de los niños maltratados, no dijo nada. Dónde andarán todas esas fanáticas populistas insoportables como Gilma Jimenez y demás, que no pierden chance de abrazar niños en cámara y salir a regañar a los monstruos que les hacen daño. Esta vez nadie dijo nada ante tan cordial invitación al maltrato infantil.
Porque claro, el coronel está recomendando cómo educar a los jóvenes, pero sólo a los jóvenes pobres, no hay por qué alarmarse. El consejo no va para los padres de clases altas, ni más faltaba; ellos ya sabrán, porque sus hijos –a esos ya no se les dice verraquitos- no son delincuentes, al menos no delincuentes de los que preocupan.
Al oír la desfachatez con que este coronel dice lo que dice, y la normalidad pasmosa con que todos los demás lo oyen, uno puede sacar varias conclusiones. Primera, que este señor está enfermo o perdió la razón. Segunda, que toda la opinión pública que lo oyó definitivamente perdió la razón. Tercero, que fuimos afortunados quienes tuvimos la dicha de no tenerlo como padre. Y cuarta, que sus declaraciones ahora sí que nos hacen entender todos los disparates que ha tenido este agente en la ciudad desde que llegó.
Porque si algo le ha dado a Medellín este coronel Martínez ha sido eso: madera. Madera para poder educarnos. Para educarnos, a todos nosotros, delincuentes, prohibió el parrillero en moto; para educarnos impuso toques de queda y quebró comerciantes; para educarnos prohibió a los menores de edad salir a la calle. Toda opresión a las más mínimas libertades que encontró viable, la aplicó aquí.
Tanto ha hecho este prohombre, que era lógico se cansara. Ya no da abasto, pide ayuda y dice que, para educarnos, por favor le colaboren dándole madera a los muchachos desde sus casas, que por favor no esperen a que sea el policía el que tenga que molerlo a palos, que los padres de familia –dijo- “se pongan la mano en el corazón,” y con la otra cojan el garrote, casi emulando a nuestro ex presidente, y lo apoyen.
No sé si el coronel Martínez peca de locuaz desatinado –de eso casi siempre peca- o si en verdad se cree lo que dice –caso más grave que se soluciona con internarlo ante especialistas-, pero en un país y una ciudad, ni siquiera seria, medio seria, esto daría para toda una reconvención pública, un rechazó masivo y hasta una destitución del irascible que se atreve a dar esos concejos en público. Aquí no pasa nada. Tal vez hasta lo apoyen y la alcaldía lance una campaña de promoción de la madera para los jóvenes. Todos están convencidos que esa es la solución para esta violencia; más violencia, que empiece desde las casas. Es lo normal en una sociedad enferma de ira.
Yo no me considero un anti policía. Porque sin compartir muchas de sus ideas, sé que al otro extremo de trogloditas como este coronel Martínez, se encuentran tecnócratas preparados, con los que al menos se puede fomentar una discusión, como el general Oscar Naranjo, por ejemplo. Pero al oír ligerezas como estas, uno no puede menos de preocuparse por cuál es la forma de pensar de esta institución, cuando sus cabezas visibles salen a plantear como solución a nuestra guerra, semejantes disparates.
Lo digo con toda franqueza y asumo las consecuencias: de seguro cabezas como la del coronel Martínez, se tienen ahí no para pensar, sino para embestir. Nada más. Esas, por desgracia, suelen ser las más útiles en estas sociedades enfermas.
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Era de esperarse, yo, que sí me considero un anti-policia (y vos lo sabés) no me asombro de ese tipo de sandeces, y menos de una institución tan infame como esas. Imagino que al pobre coronel lo que no le faltó en la vida fue madera, sino mirá en la profesión en la que acabó (si es que a eso se le puede llamar profesión) y lo peor de todo, es que ya no se conforman haciendo barbaridades, ahora tiene la desfachatez de decirlas en público; el pobre debe estar ufanandose del "bien" que le hace a nuestra ya tan apaleada sociedad, dando ese tipo de consejos.
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