3 de septiembre de 2010

LA GUERRA QUE NO CESÓ.

Tal vez ya sea hora de cobrar el mal proceder de las administraciones que con arrogancia y triunfalismo quisieron vender la idea de que en Medellín se vivía un pos conflicto. Con esa imagen de una ciudad saliendo del atolladero quisieron acumular un capital político. Sergio Fajardo, se inventó el término y aprovechó el enfriamiento transitorio, mientras los grupos en guerra se reposicionaban, para anunciar con imprudencias y sin empacho un supuesto cesar de la horrible noche. Pos conflicto por aquí y pos conflicto por allá. El discurso oficial mostraba cifras alentadoras, atiborraba de historias de víctimas curadas, culpas expiadas y personas que habían salido de la violencia. Todo se contaba con el tono de la prueba superada, de lo que se sufrió para ahora merecer. La ya tristemente célebre comuna 13, después de la operación Orión, era ahora el territorio donde regresó la paz para quedarse.

Hoy día Medallo se quema, como lo dijo Santiago Benavides en una muy buena crónica en internet, nos enteramos por el humo, y algo de culpa les cabrá. Cincuenta zonas en guerra en la ciudad, pinturas en las esquinas marcando el límite a no cruzar, dos mil personas desplazadas, cerca de mil trescientos muertos, gente durmiendo en el suelo de su casa y asegurando las ventanas con sacos de arena para protegerse de las balas perdidas, incrementos de pie de fuerza en la policía, rumores de militarización y retomas, como en experiencias pasadas y, dentro de poco, según se anunció, el regreso de esas especies de bloques especiales de búsqueda, conformados en su momento sólo para ciertas zonas de Medellín.

La administración de Alonso Salazar, en su primera etapa, quiso seguirle el juego al discurso de pos conflicto, alentado por su primer secretario de gobierno que lo repetía a cada oportunidad. Eso hasta que los hechos empezaron a llevarle la contraria con tal ahínco que terminó convertido hoy por hoy, en una mala ocurrencia de alguna vez.

El resultado es que la guerra revivida de ahora se está quedando sin contar. Se sabe de la situación álgida por que pasa la ciudad, pero se omiten las caras de esa guerra y los datos específicos. No hay mucha información. La oficial guarda prudencia y anuncia medidas de choque. Los medios masivos tratan de trabajar con lo que tienen. Los diarios locales son bafles de la administración. Incluso, los blogs virtuales de noticias barriales, con los que se ha dado un interesante experimento en los últimos tiempos en la ciudad, en eso que llaman periodismo ciudadano, o hiperlocal, poco están contando, sin embargo, los embates de esta guerra.

Ojalá esta experiencia enseñe a futuras administraciones que no se pueden aprovechar esos lapsos en que la violencia se oxigena, para tratar de venderlos como paz conseguida; todo para usarse con propósitos de escalamiento político, sin importar el precio que se tiene que pagar cuando la guerra al fin vuelve a despertar.

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