30 de octubre de 2010

¿EL POLO? A TIERRA. (Contra Carlos Gaviria.)


(Publicado en: mecedor.blogspot.com)

Qué tal un itinerario rápido de malos procederes de Carlos Gaviria Díaz.

Hace algo más de cuatro años, en 2006, durante las penúltimas elecciones presidenciales, Carlos Gaviria fue el candidato con la segunda votación más alta. Algo más de 2 y medio millones de votos. Su campaña fue el resultado de una alianza entre el entonces Polo Democrático Independiente, y su movimiento, llamado en esa época Alternativa Democrática. Luego de conversaciones entre Gaviria y Samuel Moreno, quien dirigía para entonces al partido, se logró una alianza de unidad y surgió el Polo Democrático Alternativo, del que pronto Gaviria y Moreno, y los sectores más energúmenos que agrupaban –el moir y la anapo- tomaron la dirección.

En esas elecciones hubo una consulta interna para elegir candidato presidencial entre Antonio Navarro y Gaviria. Esa consulta la ganó este último. Sin embargo, el sector perdedor, consciente de no sacrificar la unidad, se adhirió pronto a la campaña de Gaviria. El mismo perdedor Navarro, fue su jefe de debate, y lo acompañó en plaza pública durante toda la campaña, la cual finalizó en feliz término, con un honroso segundo lugar, más de dos millones de votos y un naciente partido fortalecido en la elecciones locales y parlamentarias, con más de una docena de senadores, y varios alcaldes y gobernadores en todo el país.

Inmediatamente finalizó la campaña, se decidió con sensatez entregarle la presidencia del partido a Gaviria; y no podía ser de otra manera con su tremenda votación. Tomó el timón y no lo quiso soltar a costa de nada. Su discurso siempre, mientras fue presidente, hablaba “de conservar la unidad, como única herramienta que podría volver al Polo una opción real de poder”. Por la unidad siempre estuvo dispuesto a sacrificar lo que fuera, trató de agrupar los opuestos, y mantuvo en relativa estabilidad a todos los diversos y poli rítmicos sectores agrupados. Todos los polistas siempre trataron de llevarle los moños y siguieron sus mandatos, que pronto empezaron a volverse cada vez más unilaterales. Incluso, se sacó a Daniel García Peña del puesto de secretario general, porque a Gaviria no le cayó en gracia y amenazó con renunciar si él no se iba.

Cuando el Polo empezó con los impulsos de fraccionarse, Gaviria asumió una actitud obtusa, sin concesiones. Llegó al segundo congreso de unidad como presidente, hizo caso omiso de las propuestas de Lucho Garzón, y de la carta enviada por él y Maria Emma mejía. Finalmente ellos no asistieron y contra todo, se hizo reelegir como presidente, lo que motivó la salida posterior de Lucho y Maria Ema, y con ello, el primer gran desangramiento del Polo. En ese momento, fue más importante para Gaviria conservar la presidencia, que su mentada unidad del partido. Él, que siempre que podía repetía que “la diferencia entre Uribe y yo, es que yo no soy adicto al poder”.

A pesar de sus maniobras, entre tambaleos, el Polo se mantuvo estable, hasta las últimas elecciones presidenciales, donde nuevamente se postularon dos candidatos para la consulta interna del partido. Gustavo Petro, y Gaviria, quien quiso jalarle de nuevo a pesar de su ya avanzada edad. Y todos daban que ganaría, por sus resultados en las elecciones anteriores, por sus cuotas en el comité ejecutivo y porque era él quien tenía la maquinaria dentro del partido –la moirista-. Pues desde 2005, la alianza Moir-Anapo, terminó en la conjunción del Polo con Alternativa Democrática, o lo que era lo mismo, el pacto entre Gaviria y los Moreno Rojas para hacerse al control absoluto del nuevo Polo Democrático Alternativo.  

Sin embargo, contra todo lo esperado, pasó lo contrario. A pesar de la floja votación, Gustavo Petro ganó con un intempestivo voto de opinión que se impuso. Y ahí sí que vino la peor faceta de Gaviria, acaso su perfil que rozó con lo canallesco.

Se olvidó de lo que había pasado en las elecciones anteriores, y de la noble actitud asumida entonces por Navarro. Y en cambio obró todo lo contrario. A escasas semanas de esa consulta interna, sacó un comunicado diciendo que no acompañaría a Petro en esas elecciones, lo tildó de clientelista, se retiró y alentó a su sector dentro del partido para hacer lo mismo. Al parecer dentro del Polo, el sector moir-anapo no estaba preparado para que Petro ganara esa consulta, por lo cual asumieron esa compaña con modorra, tratando siempre de aletargarla, y de volver a re posicionar a Gaviria. Pelaron el cobre y mostraron el cinismo de la peor fracción de la izquierda. Los demócratas que juegan a ser demócratas sólo si ganan, pero que cuando pierden, patean el tablero. Mientras tanto el tiempo de campaña pasaba y se perdía para el Polo. Sus contendientes aprovechaban esas trabas internas para sacarlas a la luz y desprestigiarlos. Vargas Lleras, por ejemplo, entonces candidato también, dijo, sobre Petro: “Veo a un candidato sin partido y a un partido sin candidato.”

La consulta fue en septiembre de 2009, y sólo hasta diciembre Petro logró que su partido, El Polo, se pronunciara diciendo que bueno, que entonces si lo apoyaban; como si estuvieran haciendo un favor, y no acatando el mandato de unas reglas de juego que acogieron. Peor aún, solo hasta faltando dos semanas, su presidente, Jaime Dussán, dio la firma y el aval para que Petro lograra contratar la publicidad de su campaña. ¡A dos semanas de la elecciones! La campaña le tocó hacerla a Petro solito, mientras sus supuestos copartidarios, con Gaviria a la cabeza, como buenos malos perdedores, se cruzaron de brazos y se sentaron a la orilla, a mirarlo como nadaba sólo contra la corriente. Es cierto que Gaviria reculó, faltando unas pocas semanas para las elecciones, pero para entonces ya el barco se hundía.

Las elecciones, claro, se perdieron; o las perdió el partido pero las ganó el candidato. Petro quedó tercero, con menos votos de los que había sacado Gaviria cuatro años antes. No obstante, tuvo mérito porque llegó casi al millón y medio, en una campaña sin apoyo. Votos que fueron de él solito, conseguidos a pulso.

Después de las elecciones, como era apenas lógico, y como había pasado cuatro años antes con Gaviria, Petro pidió la dirección del Polo, con el prestigio y la legitimidad que le daban su millón y medio de votos obtenidos. Pero esta vez, sin embargo, no se la dieron. Gaviria, que cuatro años antes llegó a la presidencia como ganador, ahora se comportaba como el peor de los perdedores, y se negaba a dejar llegar a Petro a la dirigencia del Polo, de la misma manera y por lo mismos medios por lo cuales él lo hizo. De nuevo, todo un demócrata en la victoria, y en la derrota, todo un cínico –y no a precisamente a la manera griega-.

Petro, totalmente maniatado en su partido, bloqueado por todos lados por sus propios compañeros, intentó maniobrar por fuera, con algunas jugadas interesantes. Pero se encontró con sendas desautorizaciones de la dirigencia del Polo, ese que sólo recuerda que es su partido a la hora de querer prohibirle algo. Así pasó por ejemplo, cuando se reunió con el presidente Santos para hablar de la ley de tierras. Era un simple diálogo del tema, y desde el principio aclaró que no se trataba de conversaciones para entrar en la unidad nacional. Sin embargo, la paranoia fanática pudo más dentro del Polo, lo acusaron de traidor, y la misma tarde que él se reunía con el presidente, el Comité ejecutivo del partido emitió un comunicado desautorizando cualquier intento de diálogo con el gobierno sobre ese tema y vedando el obrar de Petro.

Petro, en ese momento, preguntó abiertamente por qué no se le había invitado a esa reunión del comité ejecutivo del Polo, y ahí llegó Gaviria, ese ilustre jurista, con una respuesta cínica de nuevo, típica leguleyada de la más baja. “No se invitó al doctor Petro porque él no hace parte del Comité ejecutivo.” Impresionante concepto jurídico el del ex magistrado. Un partido que se jacta de ser el más fuerte de la oposición, la opción distinta de la izquierda, hace una reunión del comité ejecutivo y no es capaz de invitar a su candidato presidencial, el tipo que sacó un millón y medio de votos, simplemente porque “él no hace parte del comité.”

Por otra parte, en medio de la antropofagia fomentada por un mal perdedor, se descubrían a la vez mayores detalles de la mezquina campaña de persecución y desprestigio que desde el gobierno se había fraguado para destruir al partido. Pero hasta esa monstruosidad, tan ruin y sucia, que atentó contra todo el partido, está siendo usada ahora por Gaviria y compañía para sacarle un provecho político personal. Lo que no pudo hacer el gobierno ni el Das, desde afuera, lo hacen Gaviria y el propio Polo desde dentro.
Lo último que ha pasado es el escándalo por la contratación en Bogotá y el lío que tiene el alcalde Samuel Moreno. Petro encabeza una investigación, junto con Avellaneda y de Roux, y divulga los resultados que dejan mal parado al alcalde y a su hermano, también senador del partido, porque muestran sus imprudencias clientelistas y sus apetitos burocráticos.

La propuesta es loable y sin precedentes: que sea el propio partido, quien haga el mejor control a sus mandatarios electos, y proceda a mostrar sus procederes censurables cuando los haya. Esa sería una bonita manera de practicar debidamente la mal entendida “autocrítica” de la que siempre habla la extrema izquierda.

Sin embargo, ¿cuál fue la reacción del partido y sus dirigentes ante el informe de Petro? Una excusa tonta y de lo cínica hasta graciosa. Que dizque Petro es parte de la conspiración de le extrema derecha, que se fraguó desde el anterior gobierno y el Das, para exterminar al Polo. Y que por eso hace lo que hace, porque su objetivo es destruirlos, lo que provoca con sus denuncias públicas.

Ahora resulta que Petro, chuzado por el Das, seguido y amenazado junto con su familia, es un agente ultraderechista que busca acabar con el partido. Algo tan sucio y execrable como los seguimientos y las chuzadas, termina sirviendo como excusa para todo. Caricaturizan tanto eso del complot, que llegan a conclusiones ridículas que lo único que muestran es que ese cuento de la conspiración, aunque tenga motivaciones verdaderas, mal usado termina siendo la eterna excusa del mediocre. Menudo cuento, inventado por algunos moiristas y anapistas, que timonean el Polo y lo llevan, ellos sí, a estrellarse contra las piedras.

Ahora resulta que el malo es Petro por denunciar el asunto y que el senador Robledo acierta cuando dice que la ropa sucia se lava en casa. El monstruo se mira al espejo, y los demás destruyen el espejo y no el monstruo.

Recuerdo el discurso de Gaviria hace cuatro años, en 2006, la noche en que perdió las elecciones con Uribe, pero celebró con júbilo sus dos millones de votos obtenidos. Y recuerdo que entonces dijo, citando a Borges, que “la derrota tiene la dignidad que no alcanza la estruendosa victoria.”

Esa noche y esa frase, fueron las últimas actitudes dignas que se le vieron a Carlos Gaviria. Lo que después mostró fue lo opuesto a la sentencia de Borges. Una derrota que asumió con deshonra, y en la que hoy día no acaba todavía de hundirse.

A hoy, el Polo está pegado con mocos, sólo tiene un puñado de senadores y un grupo grande de inconformes que se irán detrás de Petro cuando por fin se canse y haga maletas. La misma película que ya se vio con Lucho Garzón, pero más mala. Porque comparativamente, la situación de partido es mucho peor que hace cuatros años, cuando Gaviria Llegó. Gaviria, luchador admirable, ex magistrado, ex senador, pensador, académico, prócer de muchos, encarna ahora la eterna maldición de la izquierda colombiana: el canibalismo.

3 .:

Bayron dijo...

"A veces te enrollas mucho hombre". Creo que incluso has sido injusto con Petro que no sólo nadó sin apoyo contra la corriente, sino que esa corriente se hizo más fuerte como consecuencia de actitud del partido. Esa falta de apoyo, lejos de poderse representar como unos ancianos sentados a la orilla, fue la causa de la migración de muchos votantes que creian en Petro.

Anónimo dijo...

No me parecen tan claros los argumentos esgrimidos en esta columna para decir que Carlos Gaviria es un mal perdedor. Sigo pensando, en cambio, que Petro ha sido mal jugador en mayor medida que Carlos Gaviria mal perdedor, lo cual, queda dicho de paso, podría encontrar su justificación precisamente en las artimañanas deshonestas por las que Petro se hizo al poder al interior del Polo. Por ejemplo, algunos quedamos desconcertados con la publicidad emprendida por Petro, divulgada en medios como el mismísimo periódico del Polo. Una caricatura de lo más ridícula. En una viñeta, el país con Petro: Muñequitos sonrientes y con trabajo, solecito, las cositas bonitas y ordenadas. Con Carlos Gabiria, caritas tristes, mendigos, día lluvioso, basura y elementos grotescamente estúpidos. Los comentarios de Petro en los medios de comunicación también hicieron dudar contra qué (y quienes)se dirigía su campaña.
Por eso me da la impresioncilla de que el silencio de Carlos Gaviria en esos tiempos obedeció a una protesta por semejante degradación.
Igualmente, no sé si sea tan válido reprochar el descontento que pueda generar ver los ideales de un partido deformados del bipolarismo, hasta la decidida toma de una posición radicalemente opuesta a la que encarnaba Petro en sus años de activismo y denuncia, lo cual incluye los métodos para llegar a una sociedad que, con los nuevos supuestos petristas, se hace dudosamente deseable.
(Con las cosas que quedan del artículo estoy plenamente de acuerdo)

Jaime Zapata dijo...

La envidia es un elemento esencial de la izquierda: hasta el punto que ésta se corroe a sí misma.

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