7 de abril de 2011

CAPUCHOS Y ESCRITORIOS.






Los enfrentamientos recientes entre policías y encapuchados en la Universidad de Antioquia, sirven para pensaren la pregunta de qué es la resistencia en estos tiempos de marea baja. Aquí mi modesta opinión.

Caricaturizar la revolución no es estar más cerca de ella. Mucho menos con el grado de inconsciencia que he visto por estos días. ¿Ahora resulta que estoy desinformado? ¿Que hay una gran conspiración de la que me dejé envolver? Esa sí que es una salida trillada. La teoría de la conspiración es la eterna salida del mediocre. Yo no hablo a nombre de nadie. Hablo por lo que vi.

Me salto los atropellos asquerosos del Smad porque eso fue otro tema. Me limito a los “resistentes”. Vi facinerosos cobardes escudándose entre el grueso de estudiantes con un desparpajo propio de un demente. Lanzaban las papas cerca, provocaban el tumulto y la estampida de personas, porque así se camuflaban mucho más fácil entre el barullo.

Desde dentro del tumulto provocaban al Smad, y cuando estas bestias acorazadas, como fieras torpes, venían para envestir lo que se encontraran, los “resistentes” arrancaban a correr pasando por encima de la misma gente entre la que se escondían. Se deslizaban entre la estampida de personas, sin importarles un bledo los que los rodeaban. Tumbaron mujeres, les pasaron por encima sin siquiera mirarlas, -yo lo vi, no fantaseo-. Trataban de llevar a la algarada de gente hacia su campo de batalla. Cuando el Smad empezó a subir por la calle Barranquilla, esperaban a darles la espalda, y desde la multitud, camuflados nuevamente, les lanzaban cosas, para que se devolvieran y la emprendieran contra todos otra vez. Desde atrás se escudaban con las capas de personas. Involucraron en su bronca a todos los estudiantes, los movieron como rebaño protector y los trataron como compañeros de ejército, cuando la mayoría de la gente, trastornada, sólo buscaba salir del medio. Pero los capuchos no dejaban porque eso era dejarlos a ellos totalmente expuestos.

Yo no invoco la razón. Se necesita menos que eso para tener la mínima inquietud por toda la gente a la que estoy exponiendo con mi “resistencia”. Para no escudarme entre mujeres y después pasarles por encima se necesita sólo un poquito de conciencia, y no la tienen. A mí me parece que ya es cosa de enfermos.

Yo no puedo concederles a los artífices de semejante salvajada, que se arroguen el monopolio de la resistencia. Que pena. En mi caso, desde mi limitado espacio, busco cada día la resistencia. Resistencia para mí es ante todo combatir la estrechez mental, la bobada, los lugares comunes y sobre todo, sobre todo, el esnobismo de las ideas fáciles. Resistencia es que desde este, mi escritorio, yo no me ocupe de cambiar el mundo, pero si pelear todos los días porque el mundo no me cambie a mí. Desde este mi escritorio, me esfuerzo por pensar y hablar con autonomía, y no limitarme a recordar y repetir lo que debe ser dicho, con esnobismo.

Para mí el esnobismo y la libertad de expresión riñen. Para mí las ideas trilladas, las perogrulladas y cantaletas irreflexivas que se transmiten por proselitismos odiosos, atropellan el derecho a la libertad de expresión. Creo que el derecho a la libertad de expresión sólo es realizable, cuando se tiene algo de verdad propio qué decir. Cuando me expreso acorde a una conclusión a la que llegué por sí mismo, sin ayudas fáciles. Lo contrario, para mí, es también atropello a la expresión, -atropello igual al de las macanas de los miserables uniformados-, atropello a la imaginación como el único recodo de la libertad que es.

Algún nobel de literatura, cercano a la izquierda, decía alguna vez: “Mi papel como revolucionario es escribir bien.” Lo suscribo a plenitud. Resistencia es hacer mi trabajo bien desde donde me haya tocado. Resistencia desde este escritorio, es esforzarme por escribir acorde a los principios que yo mismo me he formado, y no a los que me puse hoy porque me los encontré por ahí. Resistencia desde mi escritorio es escribir los papelitos con lo que de pronto logre sacar a alguno de la cárcel. -Ahora mismo, desde mi escritorio estoy escribiendo un par de derechos de petición para buscar investigar y sancionar a un par de celadores que hace dos días nos atropellaron en una de las puertas de la Universidad.- Resistencia desde mi escritorio, es sudar tinta en algún tema del que quiero hablar abiertamente, sin pensar en a quien le pueda o no gustar. O es hacerle un papelito de propiedad de un lote a otra persona para tratar de mostrarle que la ladera también tiene derecho a ser ciudad.

Resistencia es hacer mi trabajo bien, poner mi trabajo por encima de mi carrera, mi autonomía por encima de las mayorías. En mi caso, como contra prestación me quedan los microespacios. La estela de tinta sudada con la que perseguí un tema esquivo que casi no se deja encarcelar en el papel y publicar. El muchacho que logró salir de la cárcel por algún papelito. El señor que pudo asegurarse tranquilidad en su casa, porque ya no lo van a sacar a porrazos gracias a otro papelito. Esos pedacitos de triunfo no cambian el mundo, pero son mi patrimonio y lo puedo mostrar. ¿Podrán hacer lo mismo todos los resistentes?

Parodiar la revolución no es acercarse a ella. Por sobre las papas prefiero los escritorios, por sobre las capuchas prefiero los funcionarios que quieran hacer bien su trabajo. Un ejemplo, les cambio unos cuantos capuchos, por un Luis Fernando Escobar, el personero de Soacha que destapó la infamia de los falsos positivos y denunció el escándalo a nivel nacional. Solito, arriesgando su vida desde su escritorio, sin que nadie se lo impusiera, con todo un ambiente en contra en el que hubiera sido muy fácil voltear la cara y ya. No me comparo con él porque es e hombre mas cojonudo que haya conocido. Sólo lo menciono porque, en ese caso su escritorio sirvió más que todas las papas.

No puedo permitir que se me muestre la imprudencia revoltosa como la forma de “resistencia”. A la resistencia le han hecho más daño las adhesiones precipitadas y los remedos que degeneran la idea, que la misma represión. No estoy condenando ni quitándole el tinte político a las revueltas. Pero sí estoy rechazando éstas que me ha tocado ver por estos días en mi Universidad. No han logrado nada, excepto una represión que crece. Al discurso revolucionario, le han hecho mucho daño ciertas ideas ingenuas de movimientos contraculturales. Junto con la idea Hippy, tan dañosa, de que divertirse transgrede, está la idea anarca, cancerígena también, de que las explosiones por sí solas también trastocan el sistema. La idea que vengo a proponer, es que ni las fiestas de pace and love, ni las explosiones anarco primitivistas, son por sí solas resistencia.

Hace muchos años, en Austria, unos jóvenes estudiantes serbios, miembros del grupo Mano Negra, quisieron desde su universidad fraguar el plan de ataque que demolería el establecimiento, y consolidaría las bases para refundar su país, unificando a Bosnia con Serbia. Se construyó el plan para iniciar la revolución definitiva. Los jóvenes estudiantes encargaron entonces a uno de ellos, Gavrilo Princip, la tarea fundamental: Matar el archiduque Francisco Fernando y a su esposa. Y Así lo hizo. Pero no inició la revolución esperada. Lo que desató en cambio fue la primera guerra mundial.

No sé si lo de Gavrilo fue resistencia, no sé si a él le habrán importado las miles de vida que costó su plan. A lo mejor no. A lo mejor en las revueltas universitarias, Gavrilo era esa clase de tipos que pasan por encima de las mujeres que caen al suelo sin siquiera mirarlas.

Por lo menos a mi, no me gusta esa idea de resistencia porque no me gusta el esnobismo inconsciente. O como diría Stefan, el personaje de Los Justos, de Kamus, -otra parábola de las metidas de patas de los frenéticos estudiantes, esta vez en Rusia- el problema es que “no me gustan los que entran a la revolución, simplemente porque se aburren.

1 .:

mx dijo...

toca seguir con los "papelitos", de cada uno, desde nuestros escritorios que son trincheras...

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