Habrá que empezar por
apaciguar a los paranoicos diciendo que no soy de las Farc ni las defiendo. Pertenezco
a ese grupo, reducido y difícil de analizar por el esquematismo furibundo de la
derecha, que discrepa de los métodos y las acciones bélicas de las Farc sin que
eso sea un obstáculo para compartir las causas que originaron su nacimiento; ni
negar que esas causas -todas producto de la injusticia social- siguen
inalteradas a la fecha. Los fines se comparten, la diferencia será de medios, y
la insurgencia, en mi opinión, es un medio hoy día, aparte de desnaturalizado,
ineficaz.
Ineficaz porque en 50
años la insurrección armada no ha conseguido una sola conquista social, y ese
solo hecho de entrada ya debería motivar cierta autocrítica a quienes siguen en
el monte. Y desnaturalizado porque la imprudencia belicista de las Farc ha
motivado acciones de verdadera torpeza política. Dos de ellos para mencionar
rápidamente. El primero, el no permitir que Horacio Serpa durante su campaña
presidencial en 2002 entrara a la región del Caguán, en tiempos de la zona de
distensión y los diálogos de paz, por esa fecha ya bastante deslegitimados y los
cuales buscaban oxigenarse por una nuevo actor el cual, hasta entonces, era el
seguro nuevo presidente de Colombia, según lo mostraban las encuestas. Las Farc,
no sólo negaron su entrada sino que armaron todo un circo mediático con eso, lo
que motivó un cambio brusco en la opinión de la ciudadanía en las encuestas
presidenciales. El resultado, Serpa cayó en los comicios y en cambio surgió
casi de la nada una figura autoritaria con la consigna del no diálogo: Alvaro
Uribe Vélez, a quien padecimos por 8 insufribles años.
Por la misma época en
que Uribe Vélez se posesionaba como nuevo presidente, con un discurso belicista
y camorrero, otra figura de líder nuevo salía también de las entrañas de Antioquia.
Guillermo Gaviria Correa asumía también como nuevo gobernador del departamento,
y en contraste con Uribe, este retomaba las banderas de la no violencia, de la
resistencia ciudadana pacífica y la salida negociada al conflicto. Ambos líderes
surgieron al mismo tiempo, ambos renovando el panorama político, el uno
hablando de guerra y el otro de paz. ¿Cuál fue la reacción de las Farc? Secuestrar
a Gaviria Correa en una de las marchas promotoras de no violencia que realizaba
en los pueblos periféricos del departamento, y posteriormente asesinarlo. Así
se llevó al último de los mandatarios de prestigio que defendía la salida
negociada. Con semejante salvajada revivieron el grito de batalla y
enardecieron a las posturas más recalcitrantes y premodernas del país que
pedían bala por todos lados.
Ante torpezas de ese
calibre, resulta difícil defender las maneras de las Farc. Pero repito, sus
causas siguen intactas. Y resulta injusto y tonto achacarle a un grupo
insurgente marginal y con poca capacidad de daño, respecto a los problemas generales
del país, el origen de todos los males nacionales. Con suerte no les achacan
también la culpa del calentamiento global. El conflicto armado con las Farc es
absolutamente marginal y minúsculo, comparado con el problema de violencia en
Colombia, y sin embargo su devenir tiene cooptada la agenda nacional, el
devenir electoral y la opinión pública; su capacidad de daño es inferior en
mucho a la de otros problemas mucho más determinantes en la vida nacional, y
sin embargo los guerrilleros cargan con la peor de las reputaciones al
presentarlos como los causantes de todos los males venidos y por venir. Las Farc se metieron en el papel de idiota útil para
muchos otros sectores que las usan de “para rayos” para evitar así cargar sus
propios muertos.
Para demostrarlo sólo
basta jugar en el mismo terreno en que juegan varios de los tecnócratas que se
encargan de echarle toda el agua sucia a la insurgencia, y mirar las cifras y
resultados estadísticos. Lo dijo Gómez Mendez hace unos meses en su columna ¿Es
la guerrilla el problema principal? Del total de víctimas de la violencia en
Colombia, sólo el 5% de ellas son víctimas de las Farc, y el restante 95% de
ellas queda dispersado en todos las demás cabezas de la hidra de la violencia. Y
del total de la delincuencia de país, sólo el 10% es atribuible a Las Farc, así
que tenemos un 90% restante que pasa a un segundo plano en la lista de enemigos
públicos, no obstante poseer la casi totalidad del delito nacional.
¿No será mejor
erradicar el 90% de delincuencia distinta a la de las Farc?¿El principal daño
en Colombia es un 5%? ¿Merece la insurgencia cargar con la terrible reputación
que carga? ¿Beneficia esa fachada, esa culpa falsa, a algunos sectores?
Otro dato ilustrará
mejor, y también es engendrado por los propios cachorros del neoliberalismo y
sus gnósticos economistas que entronan su razón por sobre cualquier otra. Se suele
atribuir a las Farc el problema principal del estancamiento económico de
Colombia, su poco desarrollo y su ausencia de progreso. La subversión nos tiene en la miseria y por ella no
progresamos, pregonan algunos incautos. Basta de nuevo con atender a las
cifras. Lo dijo Mauricio Cárdenas, el ministro de hacienda, en entrevista dada
a la revista Semana. La economía colombiana hoy crece a un 4%, y si se consigue
la paz y desaparece la guerrilla, se pasaría a crecer a un 5%. ¡sólo un punto
porcentual más!
La pregunta obligada
de nuevo es: ¿toda esta terrible guerra, toda esta campaña de desprestigio a la
lucha guerrillera, todo, todo, por un miserable 1% de más en la economía? El problema
de la pobreza en Colombia no son las Farc, porque erradicándolas apenas si se
notaria alguna diferencia.
¿A qué jugamos
entonces? ¿Quién está usando como cabeza de turco a las Farc? Porque su falsa
campaña de agua sucia aparte de engañarnos nos hace un daño enorme. Nos desvía
la vista del verdadero origen del problema colombiano, nos crea falsos enemigos
públicos, y nos provoca unas atrofias culturales enormes. La mayor, creo yo,
tiene que ver con la engañosa noción de seguridad que tenemos los colombianos: Se
tiende a creer que la superación de los problemas pasan por una solución
policiva y la seguridad se entiende sólo como un modelo represivo de presencia
armada del Estado.
Ahí está también el
ejemplo claro. Mientras por 8 años un presidente habló en tono grandilocuente
de seguridad en su versión represiva, y se disparó en las encuestas de
popularidad, otro político, el mandatario local de la capital del país, ha
implementado un modelo distinto de seguridad, con medidas más sutiles –prohibición
de las armas, atención a población vulnerable etc.-, y ha obtenido las mejores
cifras de seguridad en 30 años en Bogotá, y sin embargo se encuentra en el desprestigio y en la cuerda floja de su
cargo.
Esas son las
injusticias que cometen las muchedumbres de opiniones apresuradas, de
prejuicios devaluados más que juicios de valor. Sin embargo los hechos son
claros, la guerrilla no es el gran problema, son un problema menor, que sin embargo,
a pesar de su pequeño tamaño, sirve para que tras él se escondan los verdaderos
grandes problemas que desangran a Colombia. Ojalá estos nuevos diálogos de paz
pongan este tema en la agenda nacional.
3 .:
Hay que considerar también que de haber un efectivo repliegue del grupo "subversivo" el incremento en la inseguridad no debió dispararse tanto, ¿por qué se incrementó los indicies de inseguridad en los primeros meses del nuevo Gobierno presidencial y no antes?, en ese contexto ¿quién y cómo tiene la capacidad de incidir en la seguridad en el país?, ¿Quién controla actualmente las zonas que con anterioridad controlaba la guerrilla?. Hay que hacer relación entre los promotores de la violencia con los muchos de los actores políticos que curiosamente responden a partidos políticos de derecha y sus múltiples formas de generar corrupción.
Además, hay que sumarle las diferentes demagogias mediáticas de los diferentes mandatarios, lo cual incide en la percepción de seguridad o inseguridad. Por ejemplo la carretera entre Chigorodó y Dabeiba en el occidente y uraba antioqueño es una de las más militarizadas del país, entonces ¿cómo un año antes de terminar el gobierno de Uribe unos disparos desde las montañas hicieron cerrar la carretera y nunca hubo noticia sobre esto? Finalmente faltaría analizar la profundidad de la aceptación cultural del paramilitarismo aún vivo en varias zonas del país.
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