Razones
de decencia para no acolitar el fascismo de una ciudad que se preocupa más por
las visitas que por la casa.
Dice el gran John Le Carré
que por estos tiempos se necesita el temple de un héroe para ser sólo una
persona decente. Alarma su certeza. Uno mismo llega dudar. Increíble cómo a veces
toca nadar tan fuerte contra una marea tan evidente de indecencia. Medellín y
su superchería y su pasión y obsesión por como la vean afuera, que llega a las
más enferma de las neurosis, está llegando al fascismo no disimulado. El próximo
evento del foro urbano mundial, que se va a celebrar en la ciudad, está
desnudando las miserias más atroces y tristes de su dirigencia, tan putrefacta
como los mendigos que quiere esconder en esos días del foro.
El foro urbano no va a pasar
de ser otro concierto de Madona. Un boom turístico y publicitario muy útil para
que se llenen los hoteles y los restaurantes, se muestren imágenes de la ciudad
en los medios internacionales –con retoques en photo shop- y se vean muchos
rubiecitos bien vestidos montando en el metro cable. Más allá de eso, ninguna
política sostenible de ciudad va a salir de esa pasarela postiza.
Mientras tanto, Medellín
adornó la casa, quitó el fondo verdadero y montó una escenografía falsa pasando
por encima de los oriundos. Por estos días han mostrado hasta el hartazgo los
medios de prensa y televisión, al morro de Moravia, y el cuento de siempre. El mismo
morro que empezaron a embellecer hace dos años, con plata internacional, que después
dejaron enrrastrojar y afear otra vez, y que hora, de nuevo vuelven a poner
bonito.
Que allí le dan trabajo a 35
mujeres cabeza de familia, como jardineras. Que qué ejemplo de “construcción de
tejido social”. Lo que no se cuenta es
que ese dichoso trabajo son unos contratos por dos meses que firmaron con estas
señoras, mientras pasa el escándalo del foro, y mientras se van los “dotores”
importantes. Después de eso, a los dos meses, los 35 se acaban, todas a la
calle a buscar otro trabajo y que las mantenga su puta madre. Qué farsa, qué
burla mostrar a estas 35 mujeres como ejemplo de integración y superación, por
un miserable contrato de laboral de dos meses que la alcaldía les dio como
limosna, para mostrar.
Pero ño peor ha sido lo del
río. Desde hace más de un año, todos los habitantes de la calle están apostados
ahí, sobre la ribera. Los sacaron corriendo de las ollas del centro. En cifras
oficiales, se dice que son más o menos cinco mil mendigos, que a diario se asientan
ahí. En un año, no se había oído una sola solución al problema. La alcaldía no
los había visto. Mutantes, parias en las puertas, al estilo de las ciudades
medievales que tenían a todos los indeseables al otro lado de las murallas. Quince
días antes del foro, milagrosamente, la alcaldía se acuerda que existen. Los
manda recoger a la fuerza; a todos los desgraciados del río: adictos, mendigos,
miserables. Los hacen bañar a la fuerza, les dan chocolate con pan y después,
los encierran, los mantiene confinados en los patios de la policía, y después en
unas jaulas. Hasta se dice que empezaron a transportarlos, para llevarlos a los
pueblos cercanos, donde no hay foro mundial. El río se limpia de indigentes. Ya
no están. El mismo río en el que hay un mega proyecto de urbanismo, en el que
piensan hacer un súper parque, y que seguro, van amostrarlo y a recorrerlo con
los “dotores” monitos que vengan al foro urbano mundial. Y válgame dios, cómo
permitir que los “dotores” se toparan con estos cinco mil desgraciados, qúe
tal, imagínense nada más donde “sus harapos con su esmoquin se rozaran al pasar”.
Qué pensarían de Medellín. Qué se irían diciendo. Por eso limpiaron el río, de
basuras, inmundicias y mendigos. A pesar de que hace un año estaban ahí.
Si eso no es fascismo, qué es. Si no es indecencia,
qué es. Tenía una tía que vivía en una casa con unas cortinas inmundas y
viejas. Pero cada que iba a tener una visita, nos reclutaba a todos los
sobrinos para correr a comprar cortinas nuevas y ponerlas en todas las ventanas
de la casa. También nos compraba sudaderas nuevas a todos los niños que la
visita iba a ver. A los cuatro o cinco días, cuando la visita se iba, mandaba
recoger las cortinas nuevas y a poner otra vez las viejas. Algo tan fino no se podía
gastar en los días rutinarios de la casa, ese lujo no era para los que vivían
allí, sino sólo para las visitas. Igualito se comporta ahora Medellín, como una
tía beata, lunática y desquiciada, que se emperifolla para los visitantes, y no
le importa pasar por encima de los que sí viven y comparten esta casa. Y eso lo
hace, qué paradoja, precisamente para un evento de urbanismo, donde lo
principal debería ser la discusión por qué casa queremos los que vivimos aquí,
y no por qué fachada le queremos mostrar a los visitantes efímeros.
Por esto no asisto al foro
mundial, no acolito la indecencia. Antes de querer ver a Medellín limpia por
esos pocos días, prefiero empezar por limpiar mi conciencia.
0 .:
Publicar un comentario