Preguntas y recursos para tener en cuenta en las próximas elecciones locales de un pueblo que tiene la oportunidad de redimirse, o terminar de sepultarse.
No suelo usar
estos espacios para cuestiones personales y esta no será la excepción. Salvo
una breve advertencia. He tenido que vivir y pasar temporadas en muchos sitios,
lejanos y cercanos del originario. Desde Roldanillo, en el Valle del Cauca,
hasta Palos de la Frontera, en el sur de España; pasando por Medellín, ciudad
grande, a Yarumal, pueblecito. Mi vida se encuentra en muchas partes, nunca me
he desvinculado del diario vivir de ninguno de esos varios sitios que considero
también mis casas, en la fortuna que ostento de tener varias. Siempre he
tratado de andar atento a los asuntos públicos, y sin el cinto de Torquemada,
sino como simple opinador, me he referido a muchos eventos de ingrata aunque
obligatoria ocupación dentro de la vida política de los lugares donde he
estado, y que curioseo con afán de atender la necesidad del debate ciudadano,
cuya iniciativa asumo como una carga ante mi formación.
Como viajero
curioso, reportero narrativo y abogado forzado, he husmeado desde las marchas
de ocupity, en Europa, hasta los
debates de una termoeléctrica contaminadora en Girardota, Antioquia. Desde las
cuestiones de gran escala e interés mundial, hasta las aberraciones políticas
que suceden en la periferia de Colombia, que en su arrogancia insiste en llamar
“la provincia” a ese otro país que olvidó en las regiones distintas a esos
monstruos asfaltados que con ilusión casi lírica se da en llamar ciudades.
Donde esté no
pierdo de vista la situación de mis otras casas. Su diario vivir y el estado de
cosas en los debates públicos. Porque conservo amigos y familia y presencia
como sujeto político en cada una de ellas. En este mismo blog se puede
constatar los ataques que recibí hace cuatro años al hablar de una heredera del
fortín electoral de un parapolítico en un municipio antioqueño, que, -cosa
rara- hoy día es candidata de nuevo.
Hago estas
advertencias incómodas, para tratar de blindarme del fácil y predecible
reproche que se me puede contestar al ocuparme del tema que ahora toco: la
política local de Roldanillo, de la que muchos de sus oriundos dirán que no es
asunto mío porque ya no vivo allá desde hace mucho.
Roldanillo es
un pueblo en el piedemonte vallecaucano que logró renombre en las bellas artes.
En todas, las literarias, las plásticas y los asesinatos –atendiendo a De
Quincey-. En los vientos que sortean los atletas que van cada año a los
campeonatos mundiales de parapente que se celebran allá, y en los otros vientos
tormentosos que tienen que bandear sus ciudadanos en el diario vivir de un pueblo con un orden
público que a veces se ha vuelto sólo la suma de todos los desordenes privados.
Miro hacia
atrás en lo que ha sido la vida de los últimos años en ese pueblo, también
olvidado como todos por la arrogancia centralista de Colombia. Y siento que ha
tenido que pasar por tantos malos ratos, fruto de la violencia salvaje y la
desidia e ineptitud de mandatarios locales, que ya es hora de que sus
ciudadanos castiguen a su clase política tradicional, con sus votos.
Roldanillo ha
sido un fortín electoral del partido conservador, que casi siempre se hace a su
alcaldía. –El vaticano del conservadurismo, me cuentan que le llamaban-. Bajo
los últimos gobiernos conservadores, Roldanillo pasó de ser un pueblo tranquilo
y cómodo, a un fortín de guerra. Con un tasa monstruosa de asesinatos para su
pequeña población. En uno de esos gobiernos conservadores, el municipio bajó la
categoría del ranking nacional, y se situó en una de las más bajas, pasando de un
pueblo próspero y auto sostenible, a uno pobre y mantenido por las regalías que
envía el gobierno central. Para eso lo hicieron los políticos tradicionales,
para que la pobreza del pueblo se les volviera rentable y se incrementaran las
ayudas de la capital, y, por tanto, la tajada a repartir.
Bajo otro de
esos gobiernos conservadores, el sistema de salud local colapsó al punto que
hoy su institución de salud nada tiene que envidiarle en desavenencias a los
famélicos hospitales de las grandes ciudades. En otro de esos gobiernos
conservadores, las ayudas humanitarias de emergencia que el gobierno nacional
giró, por una crisis de inundaciones que se padeció –entre ellas la plata de la
Teletón que se recaudó- se utilizaron para un adefesio de obra pública: la
construcción de unos nuevos puentes en
el casco urbano que reemplazaran a los viejos, porque dizque eran esos la causa
de la inundación –no el calentamiento global, qué va,-. Tumbaron todo para poder
celebrar nuevos contratos con la plata de emergencia y construir de nuevo. En
esas se llevaron por delante hasta un puente republicano de casi un siglo,
porque no servía, se necesitaba uno nuevo, que se hiciera, adivinen, por un
contratico.
Al día de hoy,
sólo la primera parte del plan se concretó. Es decir, la de los contratos. Se
repartieron la plata pública de la ayuda de emergencia, se contrataron las
obras, transadas las coimas y el estraperlo, todo parecía listo. Pero tanta
energía les ocupó este trabajo, que faltó la segunda parte, la construcción de
los puentes. Hoy día, años después, los puentes siguen sin hacerse, no están.
La que si está es el agua que sigue inundando a la gente.
No me ando con
fanatismos políticos, ni tengo interés alguno en estas elecciones, ni
pretensiones de proselitismos y campañas sucias. Pero estos hechos que cuento,
siento que merecen un castigo a la clase política tradicional de ese municipio,
y al glorioso partido conservador, que muchas deudas históricas tiene para con
el país –las 23 guerras civiles que prendió en el siglo XIX, la de la Violencia
de mitades del siglo XX, y la de los ocho años del gobierno más violento de los
últimos tiempos-. Sin embargo, en este momento, nada de esos pecados importan
más para mí que los locales que le debe a ese pueblo que es una de mis casas.
En mi último
viaje, hace un tiempo, lo vi inundado de publicidad política. La mayoría de un
señor Arcila Moncada. Un barón electoral de la región, congresista que quiere
repetir –adivinen por qué partido-. Agradezco la oferta, pero, si de mí dependiera,
le diría que sigua participando y tal vez en otra ocasión. Esta persona ha
tenido varios hechos en su gestión, que me hacen considerarle uno de más de
esos polvos que trajeron estos lodos. Su probidad ha sido cuestionada por
instancias legales, para empezar.
Hace años, siendo secretaria departamental de
educación, fue sancionado por la Procuraduría, al probarse actuares irregulares
en, adivinen, sí, los contraticos. Más de 3.300 millones de pesos se
repartieron a 19 fundaciones en contraticos minúsculos, que se fraccionaron
así, según la procuraduría de primera instancia, para poder ser adjudicados a
dedo a los contratistas que a bien se tuvieran y saltarse el concurso público.
Anomalías
menores a esa, han dado hasta 15 años de sanción. –Pregúntele a Ordóñez y al
alcalde de Bogotá.- En esta ocasión, la Procuraduría del Valle, -cuestionada
varias veces por su aparente falta de independencia- optó por no ser tan dura y
darle al susodicho la sanción, un poco menor, de 4 meses. La misma que fue
apelada en segunda instancia y se rebajó a dos. Más que una sanción, fueron
casi unas vacaciones.
Como
congresista, el mencionado, tuvo un comportamiento que como ciudadano me impide
votarle, y sí, en cambio, botarle. Apoyó el proyecto de reforma la salud que
nada reformó, y en cambió agudizó la crisis que padece, incluso, el hospital de
su propio municipio. Y ha sido ponente de proyectos cuestionados, como el
Código de ética de los Congresistas –tienen una, aunque no lo crean- que
buscaba salvarles de que la procuraduría los investigara –¿como lo hizo con él?-. También fue ponente de otro proyecto de ley
que quería reglamentar el Derecho de petición, una de las figuras y garantías
más importantes para el ciudadano, llenándolo de formalismos, dando pie a que
se alivianara la obligación de las autoridades para con este, y aumentando el
término de quince días, que éstas tienen para contestarlo, a un mes, buscando
así que se distorsione su naturaleza expedita.
Su
comportamiento como ciudadano tampoco es el mejor. Según el periódico El
Espectador (Febrero 18 de 2014) el señor Arcila Moncada se encuentra en la
lista de los congresistas morosos, que ganan millones pero no le pagan al
Estado lo que deben por impuestos e infracciones. Las varias centenas de millones
que devenga como sueldo, no alcanzan para pagar 700 mil pesos de infracciones
de tránsito. Una investidura de dignidad tal como la de parlamentario,
obligaría a un comportamiento mucho más decoroso en estos asuntos.
Por estas
razones, el partido conservador no me parece un buen partido para votarle, no
creo que pueda ofrecer nada más allá de los males que ya hemos visto en la
localidad, ni sus candidatos se muestren renovadores. Todo lo contrario, sus
programas son iguales de cavernarios; ojalá que dentro de poco no vuelvan a
esa, una mis casas, otro lugar de fósiles.
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