3 de marzo de 2014

RAZONES Y SINRAZONES DEL VOTO EN ROLDANILLO.

Preguntas y recursos para tener en cuenta en las próximas elecciones locales de un pueblo que tiene la oportunidad de redimirse, o terminar de sepultarse.

No suelo usar estos espacios para cuestiones personales y esta no será la excepción. Salvo una breve advertencia. He tenido que vivir y pasar temporadas en muchos sitios, lejanos y cercanos del originario. Desde Roldanillo, en el Valle del Cauca, hasta Palos de la Frontera, en el sur de España; pasando por Medellín, ciudad grande, a Yarumal, pueblecito. Mi vida se encuentra en muchas partes, nunca me he desvinculado del diario vivir de ninguno de esos varios sitios que considero también mis casas, en la fortuna que ostento de tener varias. Siempre he tratado de andar atento a los asuntos públicos, y sin el cinto de Torquemada, sino como simple opinador, me he referido a muchos eventos de ingrata aunque obligatoria ocupación dentro de la vida política de los lugares donde he estado, y que curioseo con afán de atender la necesidad del debate ciudadano, cuya iniciativa asumo como una carga ante mi formación.

Como viajero curioso, reportero narrativo y abogado forzado, he husmeado desde las marchas de ocupity, en Europa, hasta los debates de una termoeléctrica contaminadora en Girardota, Antioquia. Desde las cuestiones de gran escala e interés mundial, hasta las aberraciones políticas que suceden en la periferia de Colombia, que en su arrogancia insiste en llamar “la provincia” a ese otro país que olvidó en las regiones distintas a esos monstruos asfaltados que con ilusión casi lírica se da en llamar ciudades.

Donde esté no pierdo de vista la situación de mis otras casas. Su diario vivir y el estado de cosas en los debates públicos. Porque conservo amigos y familia y presencia como sujeto político en cada una de ellas. En este mismo blog se puede constatar los ataques que recibí hace cuatro años al hablar de una heredera del fortín electoral de un parapolítico en un municipio antioqueño, que, -cosa rara- hoy día es candidata de nuevo.

Hago estas advertencias incómodas, para tratar de blindarme del fácil y predecible reproche que se me puede contestar al ocuparme del tema que ahora toco: la política local de Roldanillo, de la que muchos de sus oriundos dirán que no es asunto mío porque ya no vivo allá desde hace mucho.  

Roldanillo es un pueblo en el piedemonte vallecaucano que logró renombre en las bellas artes. En todas, las literarias, las plásticas y los asesinatos –atendiendo a De Quincey-. En los vientos que sortean los atletas que van cada año a los campeonatos mundiales de parapente que se celebran allá, y en los otros vientos tormentosos que tienen que bandear sus ciudadanos  en el diario vivir de un pueblo con un orden público que a veces se ha vuelto sólo la suma de todos los desordenes privados.

Miro hacia atrás en lo que ha sido la vida de los últimos años en ese pueblo, también olvidado como todos por la arrogancia centralista de Colombia. Y siento que ha tenido que pasar por tantos malos ratos, fruto de la violencia salvaje y la desidia e ineptitud de mandatarios locales, que ya es hora de que sus ciudadanos castiguen a su clase política tradicional, con sus votos.   

Roldanillo ha sido un fortín electoral del partido conservador, que casi siempre se hace a su alcaldía. –El vaticano del conservadurismo, me cuentan que le llamaban-. Bajo los últimos gobiernos conservadores, Roldanillo pasó de ser un pueblo tranquilo y cómodo, a un fortín de guerra. Con un tasa monstruosa de asesinatos para su pequeña población. En uno de esos gobiernos conservadores, el municipio bajó la categoría del ranking nacional, y se situó en una de las más bajas, pasando de un pueblo próspero y auto sostenible, a uno pobre y mantenido por las regalías que envía el gobierno central. Para eso lo hicieron los políticos tradicionales, para que la pobreza del pueblo se les volviera rentable y se incrementaran las ayudas de la capital, y, por tanto, la tajada a repartir.

Bajo otro de esos gobiernos conservadores, el sistema de salud local colapsó al punto que hoy su institución de salud nada tiene que envidiarle en desavenencias a los famélicos hospitales de las grandes ciudades. En otro de esos gobiernos conservadores, las ayudas humanitarias de emergencia que el gobierno nacional giró, por una crisis de inundaciones que se padeció –entre ellas la plata de la Teletón que se recaudó- se utilizaron para un adefesio de obra pública: la construcción de unos nuevos puentes  en el casco urbano que reemplazaran a los viejos, porque dizque eran esos la causa de la inundación –no el calentamiento global, qué va,-. Tumbaron todo para poder celebrar nuevos contratos con la plata de emergencia y construir de nuevo. En esas se llevaron por delante hasta un puente republicano de casi un siglo, porque no servía, se necesitaba uno nuevo, que se hiciera, adivinen, por un contratico.

Al día de hoy, sólo la primera parte del plan se concretó. Es decir, la de los contratos. Se repartieron la plata pública de la ayuda de emergencia, se contrataron las obras, transadas las coimas y el estraperlo, todo parecía listo. Pero tanta energía les ocupó este trabajo, que faltó la segunda parte, la construcción de los puentes. Hoy día, años después, los puentes siguen sin hacerse, no están. La que si está es el agua que sigue inundando a la gente.          

No me ando con fanatismos políticos, ni tengo interés alguno en estas elecciones, ni pretensiones de proselitismos y campañas sucias. Pero estos hechos que cuento, siento que merecen un castigo a la clase política tradicional de ese municipio, y al glorioso partido conservador, que muchas deudas históricas tiene para con el país –las 23 guerras civiles que prendió en el siglo XIX, la de la Violencia de mitades del siglo XX, y la de los ocho años del gobierno más violento de los últimos tiempos-. Sin embargo, en este momento, nada de esos pecados importan más para mí que los locales que le debe a ese pueblo que es una de mis casas.

En mi último viaje, hace un tiempo, lo vi inundado de publicidad política. La mayoría de un señor Arcila Moncada. Un barón electoral de la región, congresista que quiere repetir –adivinen por qué partido-. Agradezco la oferta, pero, si de mí dependiera, le diría que sigua participando y tal vez en otra ocasión. Esta persona ha tenido varios hechos en su gestión, que me hacen considerarle uno de más de esos polvos que trajeron estos lodos. Su probidad ha sido cuestionada por instancias legales, para empezar.

Hace años, siendo secretaria departamental de educación, fue sancionado por la Procuraduría, al probarse actuares irregulares en, adivinen, sí, los contraticos. Más de 3.300 millones de pesos se repartieron a 19 fundaciones en contraticos minúsculos, que se fraccionaron así, según la procuraduría de primera instancia, para poder ser adjudicados a dedo a los contratistas que a bien se tuvieran y saltarse el concurso público.
Anomalías menores a esa, han dado hasta 15 años de sanción. –Pregúntele a Ordóñez y al alcalde de Bogotá.- En esta ocasión, la Procuraduría del Valle, -cuestionada varias veces por su aparente falta de independencia- optó por no ser tan dura y darle al susodicho la sanción, un poco menor, de 4 meses. La misma que fue apelada en segunda instancia y se rebajó a dos. Más que una sanción, fueron casi unas vacaciones.

Como congresista, el mencionado, tuvo un comportamiento que como ciudadano me impide votarle, y sí, en cambio, botarle. Apoyó el proyecto de reforma la salud que nada reformó, y en cambió agudizó la crisis que padece, incluso, el hospital de su propio municipio. Y ha sido ponente de proyectos cuestionados, como el Código de ética de los Congresistas –tienen una, aunque no lo crean- que buscaba salvarles de que la procuraduría los investigara –¿como lo hizo con él?-.  También fue ponente de otro proyecto de ley que quería reglamentar el Derecho de petición, una de las figuras y garantías más importantes para el ciudadano, llenándolo de formalismos, dando pie a que se alivianara la obligación de las autoridades para con este, y aumentando el término de quince días, que éstas tienen para contestarlo, a un mes, buscando así que se distorsione su naturaleza expedita.

Su comportamiento como ciudadano tampoco es el mejor. Según el periódico El Espectador (Febrero 18 de 2014) el señor Arcila Moncada se encuentra en la lista de los congresistas morosos, que ganan millones pero no le pagan al Estado lo que deben por impuestos e infracciones. Las varias centenas de millones que devenga como sueldo, no alcanzan para pagar 700 mil pesos de infracciones de tránsito. Una investidura de dignidad tal como la de parlamentario, obligaría a un comportamiento mucho más decoroso en estos asuntos.

Por estas razones, el partido conservador no me parece un buen partido para votarle, no creo que pueda ofrecer nada más allá de los males que ya hemos visto en la localidad, ni sus candidatos se muestren renovadores. Todo lo contrario, sus programas son iguales de cavernarios; ojalá que dentro de poco no vuelvan a esa, una mis casas, otro lugar de fósiles.






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