28 de julio de 2014

"COACHANDO" LA POBREZA.


Leo en el periódico Vivir en el Poblado -menudo y poco discreto título: pareciera de entrada un requisito para sus lectores- una columna de opinión de Carolina Zuleta*, quien allí mismo se presenta como " Coach de vida" una especie de gran título nobiliario, aunque medio místico, como de gurú, y por el cual dirige una logia, que ahora se llama empresa de eso que ahora llaman coaching -menudo e innecesario anglicismo: pronto se volverá verbo: "mamá, voy a salir un rato a coachar."- Y eso, coaching, son talleres, sesiones, liturgias que toma la gente, a precios bastante caros, para aprender a vivir y salir de sus problemas. Dice la presentación de esta gurú en el periódico: "Carolina sabe que la felicidad es nuestra mayor responsabilidad y que todas las personas sin excepción tenemos el poder interior para crear la vida que soñamos." Y como sabe semejante epifanía, la quiere compartir con todos los paga-nos, que, eso sí, puedan antes pagar-les.

En la columna ella nos cuenta la historia de cuando fue a dictar un taller sobre manejo del estrés a jóvenes indigentes, en un centro de atención de la Alcaldía. Nos relata el encuentro que tuvo con una jovencito de entre los asistentes al que terminó amansando por la vía de abrazarlo y mostrarle que todo lo que le hace falta es amor. Y así, en parábola manida cargada siempre de cierta dosis de narciscismo en quien la narra, cual maga con la piedra filosofal entre el bolsillo, ella le entregó al joven la clave para sanear los males de su vida en adelante. Le entregó un secreto que él se llevó, y que guardará como valioso tesoro. "Lo miré otra vez a sus ojos y ya no se parecía al joven que había estado presente durante el taller. Es probable que no lo vuelva a ver y la verdad es que no sé qué va a pasar con su vida… espero que pueda llevarse el mensaje y romper la caparazón para que otros lo amen y él pueda amar." 

Hay que amar y al pobre joven indigente, del que poco importa qué vaya a pasar con él, antes que techo, comida, vestido, y una vida digna, lo que le faltaba era aprender a amar. Por un argumento así pagarían algo de sus millones Coelho o Chopra. 

Terminé de leer la columna consternado. Tres veces consternado, para más datos. Primero, me consterna que en una ciudad como esta, emproblemada en una sin salida con los 5 mil mendigos que tiene, se anden gastando la plata pública en pagarle a alguien para que les enseñe a manejar el estrés a estas personas. ¿De veras no es un chiste eso de enseñarle a manejar el estrés a un indigente? Siempre oye uno del estrés, ahora hasta los médicos los diagnostican en las E.P.S. para evitar recetar tratamientos y medicamentos caros. Y todos dizque los sufren y por todo. Oye uno, por ejemplo, que se causa por tus problemas en el trabajo, o los asuntos de la casa, o hasta por el sobre peso que te hace ver gordo y feo. Y pues resulta que estos habitantes de la calle no tienen ni E.P.S., ni trabajo, ni casa, ni comen. Pero bueno, calmé mi alarma, ellos son especialistas: si dicen que la indigencia en Medellín es cosa de estrés, ¡pues a curarlos! 

Segundo, me consternó que alguien de verdad sienta que está ayudando a un indigente con abrazarle y decirle que maneje el estrés. Me parece que cada vez la noción de solidaridad se nos aliviana más, y en cambio se extienden los pretextos para engañar nuestra buena conciencia con eso de que en algo se ayudó. Aunque ese algo cada vez se parezca más a nada. Y tercero, me consterna que las generalidades insulsas y los consejos y motivaciones superficiales, se busquen ahora en talleres y cosas semejantes a estos gurús del "coaching". La clave de vivir al parecer se perdió, y ahora se busca en cualquiera que pueda hablarnos desde arriba, con acento de voz en el Sinaí. Los buenos consejos, ya no los dan los amigos y semejantes, en forma sencilla e íntima, sino estos profetas en sus púlpitos públicos y previa consignación de sus honorarios. La falta de un buen amigo medianamente inteligente que a veces nos oiga, o la ausencia de una mediana disciplina para cuestionarnos, ahora se suple comprando los paquetes de bobadas de estos señores.

Primero se consignaron en libros. Pulularon los de auto-ayuda, auto-superación, auto-estima, y todos esos "autos" ayudaron a que sus auto-res ganaran bastante y compraran otros "autos" ya móviles y costosos, y movieran más su auto-mático cajero.

Pero hoy día la cosa ha cambiado. No se puede seguir viviendo de decir esas cosas en los libros porque la gente ya no lee. Los atormentados no tienen tiempo para dedicar horas de lectura a sus auxiliadores. Entonces hay que hacerlo distinto, ya no pueden ser escritores, eso total quitaba mucho tiempo; ahora hay que ser maestros de la oralidad y salir a pontificar al mundo. Al mundo que pueda pagar los costosos talleres de "coaching", donde estos gurús nos mostrarán de nuevo la clave de vivir y saldremos de la pobreza, por la vía de menos estrés y más amor.

Todo matizado en un lenguaje corporativo, de empresa, de fábrica, de negocios, de producción, de capital, de competencia, de ser mejor que el prójimo para poder superarme. Porque en la ley de la selva que se enseña ahora, disfrazada de mundo moderno y de mercado, el otro es mi obstáculo y la única unidad de medida para mi superación. Si lo supero, me supero. Para superarlo, debo aprender a superarme a mí mismo. Aquí tuve un chispazo de iluminación "coaching" y me salió una buena frase para algunos de esos talleres. 

Esa idea de la competencia perpetua y del constante asedio del otro que se erige como un peligro para mis metas, se volvió también entonces una doctrina que se debe aprender de profetas. Toman gente de muchas profesiones y las ponen allí. Ahora hasta los futbolistas dan charlas y participan en los "coaching" y enseñan a grandes corporaciones y empresarios, que dizque ayudarán a que sus negocios mejoren.

¿Donde irá a parar esto? Negocio rentable primero que todo, para los gurús. Y después, liviandad para ver las causas de la pobreza -endilgarla más a situaciones internas del que la padece: le falta amor, no sabe manejar el estrés- y no combatir, y en cambio, justificar la competencia salvaje, el ritmo frenético del mercado, y la inhumanidad que termina imponiéndose en un mundo donde todo  presiona para rebasar al otro.

Si así vamos a acabar con la indigencia: ya me estresé. Que alguien me recomiende un "coaching" barato, por favor.



*http://www.vivirenelpoblado.com/opini%C3%B3n/columnistas/carolina-zuleta-maya/10468-una-lecci%C3%B3n-que-nunca-olvidar%C3%A9
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