La lista de Abogados sin fronteras, habla de algo menos de 500 abogados asesinados en Colombia desde 1991. Con Medellín en las primeras posiciones. Sólo desde el año 2000, van más de 100, y mientras en 2007, se maneja un reporte de 12 muertes, en 2008, la cifra se incrementó a 40. Coincidiendo con la oleada de procesos judiciales que llegaron después de la parapolítica y los falsos positivos.
El riesgo es para todos, pero en su gran mayoría las víctimas tienen un mismo perfil: abogados penalistas defensores de derechos humanos. Y cualquiera dentro del gremio sabe que no es lo mismo trabajar con derecho comercial que con presos políticos.
El año pasado, los medios locales y nacionales voltearon la atención indignados, ante la muerte de una joven abogada, además gestante, a manos de dos niños sicarios. Y hace unos tres años, toda la prensa cubrió con algarabía las intimidaciones a profesores de la facultad de derecho de la Universidad de Antioquia. Pero no hay que ser catedrático ni mujer, para que las amenazas puedan retumbar y el rechazo se haga público.
El asunto es que las intimidaciones a los abogados de a pie, sigilosos trabajadores de derechos humanos, son más comunes, y captan menos atenciones y rechazos dentro del común. No quisiera suponer que algo tiene que ver esa tramposa idea del “algo hicieron”; proterva justificación de las malas conciencias. Y todo se complica porque Colombia, con insólita y usual aberración, es el único país de América que no cuenta con una asociación nacional de abogados, que los agrupe y regule, para protegerlos como gremio de eventuales agresiones.
Eso explicaría el poco eco que ha tenido el funesto plan descubierto para matar al abogado Bayron Góngora, de Medellín; uno de los principales defensores de la Corporación Jurídica Libertad, y de lejos, quien más casos de ejecuciones extrajudiciales y falsos positivos lleva en Antioquia.
Una figura grande de mucho trabajo con las víctimas de crímenes de estado en la ciudad, y alguien que a diario nos recuerda que la primera gran revolución está en hacer nuestro trabajo bien, desde el pequeño espacio que nos haya tocado. Desafortunadamente, esa entereza ética en un sitio como éste, desentona. Con Bayron Góngora, toma fuerza esa demoledora frase de Le Carré: ”Hay que tener el temple de héroe para ser sencillamente una persona decente.”
El apoyo buscado dentro, se obtiene más fácil afuera. La corte Interamericana acaba de concederle unas medidas cautelares, que se traducen en protección a su vida. Sentencias de muerte tan infames como esa, necesitan, para consumarse, de la desolación del condenado. Pienso con el deseo que este no sea el caso.
Sábado, marzo 7 de 2010.
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