No muchos saben que
Anibal Manuel, además de ser un activista cívico y una valiosa conciencia
crítica del municipio de Roldanillo, es además un muy buen poeta. Un poeta
serio. Unos de los pocos verdaderos poetas de ese pueblo donde muchos se hacen
llamar así sin pasar de verseros.
Me entero hoy, por
las redes sociales, que Aníbal Manuel ha recibido varias amenazas de muerte,
dado que se ha vuelto una de las cabezas visibles del inconformismo social que
viene gestándose en el pueblo. Las amenazas, como siempre, se hacen por la
cobarde vía de los mensajes anónimos que le exigen detener sus opiniones y
análisis críticos sobre la putrefacta administración política del municipio y
el Valle en general.
Ya no soy tan joven,
y he tenido que ver esto muchas veces, con muchos amigos. Las amenazas cobardes
de este país infame que no soporta una conciencia que los haga mirar en el
espejo de sus propias ignominias. Personas que por desgracia les toca por patria
la nuestra, que puede soportar cualquier cosa en sus gentes, menos la integridad.
Por desgracia ya son varios recuerdos de amigos exiliados en latitudes menos
atroces, u otros con no tanta suerte que acaban inmolados.
Y siempre me pregunto
lo mismo, ¿por qué le pasa algo así a una persona cómo estas? ¿Por qué se
persigue al honorable, al íntegro, al crítico, al cívico? En últimas, ¿por qué
a una persona buena la amenazan aquí? Y me contesto de inmediato. Justamente por
eso. Por bueno y por íntegro. Eso aquí es un estorbo. Como decía Le Carré, y sí
que aplica para esta mala patria, por estos tiempos hay que tener el temple de
un héroe, para ser sólo una persona decente.
Cuando supe de
la amenaza, paré mis labores habituales y fui a buscar los poemas de Aníbal
Manuel, que conservo desde muchos años atrás, desde cuando rodaba por esas
mismas calles con ellos bajo el brazo. Y me encuentro la misma entereza del
hombre digno, insoportable aquí para los serviles de la opresión, opresores con
la violencia pero oprimidos por los crápulas que los conducen desde las
oficinas oficiales. Y dicen esos versos, que no envejecen:
“Vanamente se
detendrán a tocar mi puerta
Inultilmente
intentarán derribar mi silencio
Aquí me quedo
Sentado en este banco
de madera tierna
Y acompañado de una
fiel obstinación”
Porque Anibal Manuel
no se anda con provincialismos insulsos, y bebe de esa hermosa tradición
francesa del escritor comprometido, que desde Víctor Hugo nos mostró que la
literatura también puede servir como conciencia de un tiempo.
En un país donde el
lucro por sí solo se tiene como algo honorable, venga de donde venga, país de
tantas aparentes buenas conciencias, tierra de lameculos y abyectos al poder, donde
todos dicen lo que deben decir pero al mismo tiempo todos hacen lo indecible,
cómo reconforta oír por fin una mala conciencia que no asume su cómodo papel de
borrego:
“Le estoy preguntando
Si realmente vale la
pena el gesto amable
El guitarreo de fórmulas
corteses
El sí señor
El bien gracias y
usted que usted escupe sin pudor
…
Le estoy preguntando
Si de veras piensan
que sea saludable sonreír a detelladas”
Y no. No es saludable sonreír a dentelladas. No es saludable corroerse con esa alegría artificial que
se usa aquí para ignorar el escarnio de haber nacido en el país más infame del
universo. Una tierra que se atreve a llamarse la más feliz del mundo por la
única razón de que no conoce la felicidad. Pero esa respuesta no se va a dar
porque se trata de una pregunta incómoda.
Anibal Manuel es la
necesaria pregunta incómoda que nadie va a contestar, y que, sin embargo, se
queda dando vueltas en nuestra cabeza. Un hombre decente que se atreve a
preguntar y no perder la capacidad de indignación con los usurpadores que han
querido manejar el poder político para volverlo una microempresa al servicio de
unos cuantos. Los verdaderos bandidos a los que les debemos la guerra. Anibal
Manuel da ese chispazo de autonomía para atreverse a pensar por sí mismo sin resignarse
a aceptar:
“ese ir y venir de
tranquilas sumisiones
que llevan a perderse sin remedio en una
mansedumbre insoportable”.
Así dice su poema
Cotidiana, que es mi favorito.
Una voz así en esa
tierra de mudos, una conciencia con esa luz entre todo ese oscurantismo, y una
poesía de ese volumen en un pueblo de serenateros, es privilegio que no podemos
darnos el lujo de perder.
Aníbal Manuel, ha
sido un crítico de la entrante administración municipal, como muchos otros que
pensamos que Roldanillo está por entrar en su más horrible noche. Y que el
cuestionado nuevo alcalde, que hace fraudes al Sisbén y tiene demandas por
padre irresponsable, va a saquear las vísceras de lo poco que han dejado los
otros gobiernos cleptómanos.
Las coacciones le
piden dejar sus críticas contra esta administración local. Por lo cual urge desde
aquí preguntarle públicamente al alcalde, Jaime Ríos, y exhortarlo para que
aclare si tiene algo que ver con las amenazas de muerte hechas al señor Aníbal
Manuel. Y exigirle, como primera autoridad de policía, que brinde todas las
medidas necesarias para la protección de la integridad del poeta y la de su
familia.
Así mismo, a los
cobardes, autores de la intimidación, decirles, como estoy seguro que lo harán
muchos allí, que todos somos Anibal Manuel, y que suscribimos todas y cada una
de sus acciones y opiniones, comprometiéndome a título propio para que las
mismas no se acaben, y en cambio, para que este descontento ciudadano que ha
nacido, siga creciendo cada vez más. Aunque le cuesta la tranquilidad a felones
y saltapatrases como ustedes.
Al poeta, que no conozco
más que desde la letra impresa y la admiración a su arrojo, un abrazo desde la
distancia.
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